martes, 12 de octubre de 2010

Lo que sembremos al paso, recogeremos al galope.

Por José Manuel Sales.

Siguiendo con los principios –hay que volver siempre, y añado a menudo, a las fuentes–, se me ocurre hablaros sobre un tema que me parece importantísimo, pero que a menudo pasa muy desapercibido. Más que ocurrencia, es la reflexión –o conclusión– que he sacado de estos dos últimos fines de semana de los concursos del Sek en Madrid y del Pilar de Zaragoza. En ambos he tenido ocasión de hablar con más de treinta j/a participantes entre ambos concursos.

La reflexión que propongo y de la que doy mi versión es que desde el mismo momento que nos montamos en el caballo hay que pensar como él, que no es lo mismo que pensar por él. La palabra correspondiente es “empatía”, y no estaría de más acostumbrarse a ella, porque al fin y al cabo, es nuestra obligación a caballo. De una manera práctica y menos reflexiva, es lo que hacen todos los j/a de élite.

La técnica de aprendizaje del caballo, también como la del hombre, no es ni más ni menos que la repetición. Pero hay una diferencia capital con nosotros: la memoria del caballo no es selectiva. Lo que significa que hemos de estar muy atentos a lo que le pedimos al caballo, pues él repetirá ni más ni menos lo que nosotros le pidamos.

Y volvemos al lado práctico que es el que nos interesa. Y más precisamente a la posición de la cabeza del caballo, cuyo punto de referencia es la nuca (yo utilizo la expresión “punto de la nuca”, o sea, la situación de la misma), por ser ésta el punto más próximo a nuestros ojos, luego más fácil de definir o concretar.

Soy de la opinión que en entrenamiento (sobre todo en la pista de ensayo del concurso) hay que ir reproduciendo todas las “escenas” posibles que se nos van a presentar en la pista de competición. Como decía, y a diferencia del caballo, nuestra memoria sí es selectiva y podemos pensar: “ahora hago esto, pero en la pista me interesa hacer tal otra cosa”, con la falsa idea de no contrariar o enfadar al caballo en ese momento. Pero resulta que el caballo hará en la pista lo que se le haya repetido en el ensayo: si se le deja correr delante del salto, también lo hará en la pista. Del mismo modo, si en la pista de ensayo en las vueltas le hacemos que acorte bajando la cabeza, hará lo mismo en la pista de competición.

En los recorridos actuales conviene que el caballo gire con la nuca bien alta y apretando el culo, justo lo contrario que se suele hacer en ensayo. En cambio, si desde que nos ponemos a galopar con la mente puesta en el recorrido, no le dejamos que baje la cara –la nuca– en las vueltas, ni que se frene, al principio nos costará, pero, a base de repeticiones en cada vuelta, el caballo pronto adquirirá el hábito de subir la nuca en las vueltas (luego no se dejará caer sobre las manos), y avanzará como luego nos gustará que haga.

Conclusión: lo que le dejemos hacer al caballo al paso y al trote, luego nos lo hará al galope. Y lo que queramos que nos haga en el galope del recorrido, previamente se lo tendremos que haber repetido hasta la saciedad, hasta que lo haya entendido bien, o sea, que casi le salga naturalmente. Es fundamental que siempre el trabajo cotidiano y el de la pista de ensayo sean repeticiones de la anticipación del esfuerzo que tenga que hacer el caballo en la pista de competición.

Paz y espero que os sirva.



José Manuel Sales

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